La sociedad avanza de manera continua hacia un horizonte que siempre parece mejor y más prometedor. Sin embargo, no son pocos los que afirman que dicho avanza no sirve de mucho si no sabemos exactamente hacia dónde vamos. Porque no todo avance es positivo, en realidad, aunque queramos convencernos de lo contrario. Se dan pasos hacia adelante, o al menos hacia la dirección que creemos correcta, y a veces ni siquiera nos preguntamos si es ese el camino que debemos tomar. Las motivaciones deben estar muy claras y nacer de nosotros mismos, pero eso, como sociedad, es muy difícil. Siempre habrá un grupo que maneje a los demás, manipulándoles a través de los medios, de herramientas tan potentes como Internet. ¿Es el avance que queremos, o el que nos imponen? La propia red de redes nos ha dado la oportunidad de expresarnos de una manera mucho más mediática, alcanzando nuestras opiniones un nuevo nivel.
Y entre esos debates que se dan hoy en día destaca uno que está en boca de todos: la igualdad real entre hombres y mujeres. Según el país, la sociedad o incluso el rango de edad al que se pregunte, la igualdad entre hombres y mujeres será un reto todavía necesario, o algo que ya ha quedado atrás. La propia forma en la que nos enfrentamos a este tipo de debates ya marca muy bien la manera en la que nuestra sociedad ha aceptado o no la libertad de expresión. Y es que hoy en día las mujeres gozan, al menos en la mayoría de países, de los mismos derechos que los hombres. No hay distinciones, al menos en la ley. Sin embargo, la realidad se aleja bastante de esa visión igualitaria. Incluso en los países donde hay más igualdad real, todavía se observan obstáculos, resistencias y barreras para que esto se siga dando. Los hombres temen perder sus privilegios en un sistema que ha estado favoreciéndoles históricamente. Pero las mujeres no parecen estar dispuesta a callar más, ni a someterse. ¿Cómo se logra la igualdad real cuando todo está en contra? En este artículo vamos a analizarlo a fondo.
La meta del feminismo real
El feminismo no es un sistema nuevo que haya nacido en los últimos años, ni mucho menos. De hecho, se habla de “cuarta ola” de feminismo para enmarcarla en una trayectoria que surge hace más de un siglo. Siempre dentro de la historia contemporánea, claro está, para concretar el espacio y el tiempo en el que se desarrollan estas ideas, el feminismo nace tras la época oscurantistas de la Edad Media y el Renacimiento. A través de las ideas revolucionarias de la Ilustración, que buscaba la igualdad entre los seres humanos, el feminismo se desarrolló en el siglo XIX como alternativa al nuevo sistema que estaba surgiendo. La consecución de muchos derechos desde entonces hace que muchos opinen que su fin último ya se ha conseguido. Las mujeres ya son, ante la ley, iguales que los hombres en muchos países desarrollados.
Un camino largo y lleno de obstáculos
Sin embargo, esto no tiene un reflejo tan certero en la vida real, en las mujeres de a pie, en aquellas que viven situaciones de desigualdad días tras día. En la calle, en el trabajo, incluso en su propia casa, la mujer sigue relegada en muchos casos a un plano muy secundario. Y es que una de las bases de la lucha feminista es reconocer un sistema patriarcal que se viene fomentando desde siempre, y que sigue más vivo que nunca en estos días. Un sistema que, a base de empuje, se ha conseguido cambiar aunque sea mínimamente, pero que todavía sigue vigente y mostrando sus peores facultades. Las mujeres, solo por el hecho de serlo, lo tienen más difícil en nuestra sociedad, incluso en aquellos países más igualitarios.
Esto ocurre por la propia persistencia de un sistema que siempre va a dar mayores facilidades a los hombres, por pura tradición, por costumbre. Algo contra lo que todavía hay que luchar, si queremos conseguir una igualdad real. Y es aquí donde muchos ya ponen una advertencia clara: ¿es posible esa igualdad? Es decir, ¿puede darse una relación igualitaria total entre ambos sexos, dentro de un sistema que claramente nos empuja a competir para “ser mejores”? De la misma forma que ocurre con el capitalismo, la riqueza no nace de la nada. Para que unos sean ricos, otros deben ser pobres, ya que la riqueza equitativa e igualitaria se ve como una utopía imposible. Hemos aprendido a vivir con ello, pero sí que soñamos conseguir la igualdad real. ¿Es eso otra utopía a día de hoy?
Prostitución, desigualdad laboral, aborto…
Contra aquellos que defienden que a día de hoy las mujeres y los hombres ya son totalmente iguales en sus derechos ante la ley, las feministas aluden a ciertos temas que todavía siguen siendo muy problemáticos. Uno de ellos es la prostitución, que supone un negocio muy lucrativo para ciertas mafias, normalmente lideradas por hombres, a costa de la libertad sexual de las mujeres. La trata es un asunto muy serio en el que muchos gobiernos están implicándose para terminar con él, pero no es nada fácil. El hombre siente que tiene derecho a comprar el cuerpo de la mujer, y por eso siempre hay demanda de este tipo de servicios. Mientras esto exista, la prostitución se seguirá dando, a pesar de los esfuerzos de muchos por abolirla. Se trata de un tema de educación de base, en muchas ocasiones.
Lo mismo que ocurre con el aborto. Es un tema muy espinoso donde la ética, la moral y la religión colisionan con los derechos fundamentales de las mujeres sobre sus propios cuerpos. ¿Son las dueñas de sí mismas y de cualquier ser que pueda estar germinando en sus vientres? Una buena parte de las mujeres opinan que sí. Enfrente, muchos ponen el grito en el cielo por permitir que una mujer “acabe con la vida de un ser humano” sin ningún problema. La desigualdad laboral sigue siendo también un tema espinoso, y no por ello menos evidente. No hay más que mirar las cifras y comparar lo que cobran, de media, los hombres y las mujeres. Ellas tienen trabajos menos cualificados, menos estables y peor pagados. Y esto es tanto una excusa como una verdadera vergüenza para quien trata de justificar que la desigualdad se siga dando.
Cada país es un mundo
Aunque el título de esta parte del texto pueda ser irónico, expresa a la perfección cómo los derechos de igualdad cambian por completo de un país a otro. En Europa, la mayoría de países defienden una igualdad total, y siguen caminando para eliminar barreras y tabúes en este sentido. La situación es similar en Norteamérica, aunque en América Latina, las mujeres siguen estando relegadas a un segundo plano, a pesar de las leyes igualitarias. Lo mismo ocurre en buena parte de Asia, y en los países musulmanes, especialmente los gobernados bajo la ley sagrada o sharia. Las mujeres son poco menos que objetos que pertenecen a los maridos o a los padres. Sus derechos quedan cercenados por completo, se las puede comprar y vender… La situación en estos países es realmente trágica, y es ahí donde hay que poner una solución lo más pronto posible.